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Son muchos los temas de los que me habría gustado hablar esta semana, pero que por falta de tiempo no he podido:

– Un ayuntamiento que casi ahoga a un hortelano y luego admite que no tiene un plan de evacuación cuando abre las compuertas del pantano… parece ser que sobra el agua…

– Un ayuntamiento que sigue tratanto a su banda de música como una vulgar charanga de pasodobles.

– Un ayuntamiento que trata de imponer un pelotazo urbanístico con la excusa de poner el Corte Inglés y rechazando la mediación ofrecida por el presidente de la junta, pero aceptando sin siquiera sonrojarse que la oposición le tenga que prestar un concejal para poder sacar adelante su «proyecto». Cree el ladrón que son todos de su condición: como él impone y no es capaz de hablar ni con sus concejales (uno que se va pa casa, otro que dimite pero se queda, y otros que abandonan portavocias por no estar de acuerdo…) piensa que todos son iguales y no son capaces de dialogar y de conseguir mejores acuerdos para la ciudad…

– Un alcalde que a pocos meses de las elecciones utiliza su puesto para pedir a las asociaciones de vecinos que tipo de ciudad quieren (cuando lleva 12 años haciendo la ciudad que él quiere: una ciudad para ancianos, parada, muerta, sin vida propia, en la UVI).

– O un concejal que echa la culpa a los funcionarios de todos los males que pasan en el ayuntamiento. No me extrañaría que el Sr. Nevado apareciese algún día en los medios de comunicación al más puro estilo Acebes diciendo que el estado de bancarrota del ayuntamiento de Cáceres es por culpa de la señora de la limpieza.

Pero hoy mientras veía por enésima vez la película de Alejandro Amenabar: Mar Adentro, no he podido evitar buscar una parte del guión para hacer una mastropiarez más y pegarla aquí. Es parte del alegato que utiliza el abogado de Ramón Sampedro en el juicio:

señorías, en un Estado que se declara laico, que reconoce el derecho a la propiedad privada, y cuya constitución recoge también el derecho a no sufrir torturas ni tratos degradantes, cabe deducir que quien considere su condición degradante, como Ramón Sanpedro, pueda disponer de su propia vida. De hecho, nadie que intente suicidarse y sobreviva es procesado después…

*Texto Via cineblog