Eduardo Plaza

Verano rural

Este está siendo un verano raro, diferente. Llevaba cuatro años sin pasar los meses calurosos en el pueblo por culpa de mis discrepancias con los apuntes de la carrera, motivo este que me hacia quedarme el mes de agosto en alguna academia para centrar mi cabeza en fórmulas y circuitos inventados por gente cuya misión en la vida me he llegado a plantear en ocasiones si no era amargarme la existencia…

Pasar el verano de nuevo en el pueblo después de tanto tiempo tiene sus ventajas y sus inconvenientes… Como en casa no se come en ningún sitio… y el pan y la morcilla de Guadalupe son palabras mayores; poder disfrutar de todos los ensayos veraniegos con la Banda de música es algo que tampoco tiene precio o el simple echo de «salir al fresco» un rato y encontrar siempre a alguien conocido son cosas que no se pagan con dinero.

Por otro lado en el pueblo cuesta más trabajo concentrarse para estudiar… no es tu sitio habitual y por si fuera poco las tentaciones que se tienen alrededor son mucho mayores: piscina, cervecita con los amigos o simplemente salir de casa contestando a la pregunta de «aonde vas a estas horas?» con un: «Paí a dar una vuelta»…
Lo dicho, me está resultando un verano raro, diferente… y a día de hoy no se si calificarlo de mejor o peor que los anteriores… solo se que de la capital también se echan de menos cosas, especialmente los buenos amigos que quedan allí en verano o las cervecitas de la terraza del montaito cuando el sol decide darse un descanso hasta el día siguiente.
Tiempo habrá de valorar este verano, un verano que para mi dará a su fin el próximo domingo cuando terminen las fiestas paganas (los toros) de uno de los pueblos con más fiestas religiosas de toda Extremadura: Guadalupe.

Desde el Castaño del abuelo (ya os presentaré a este espectacular paisano): Salud y buen veranito a tod@s

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