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Me hace gracia cada vez que escucho o leo en algún sitio «Guadalupe tiene que ser Extremeña», y es que resulta que a lo mejor no soy extremeño y no lo se.

Lo he comentado en varias ocasiones: A mi no me gusta que la Iglesia se meta en política, y por el mismo motivo no me gusta que la política se meta en cuestiones de la Iglesia. Ahora bien, entiendo que lo que ha hecho hoy el parlamento extremeño no es otra cosa sino hacerse eco de un movimiento ciudadano a nivel regional, un movimiento bastante tímido, por cierto, que pide que la parroquia de Guadalupe pertenezca a una diócesis extremeña.

A mi la verdad es que me da igual pertenecer a una u otra diócesis, y no creo que esto forme parte de un debate identitario, puesto que la virgen que está suficientemente reconocida en la región, no en vano que el día 8 de septiembre sea el día de Extremadura no es casualidad.

Personalmente, prefiero seguir perteneciendo a la diócesis de Toledo, por una cuestión meramente económica: el turismo religioso, que si bien se ha convertido ya en algo minoritario para la puebla, es mucho más importante el que proviene de provincias como la de Toledo o Ciudad Real, aunque solo sea por que la distancia les obligue a quedarse a comer en los restaurantes del pueblo.

A mi me habría gustado que lo debatido en la cámara extremeña esta mañana fuese un plan turístico especial para poner en valor a Guadalupe, que contemplase cuestiones como que un ayuntamiento tan pequeño no puede hacer frente a las infraestructuras que necesita un núcleo turístico como este, que el 8 de septiembre y el 12 de octubre llega a multiplicar por 15 su población.

De todas formas, termino como empecé: A mi no me gusta que la Iglesia se meta en política ni que la política se meta en la Iglesia.

 

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