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Hoy estoy triste, tengo la amarga tristeza de cada verano… el dolor impotente que cada verano provoca en los habitantes de las Villuercas (especialmente en mis vecinos de Cañamero) algún desalmado que es capaz de destruir con un mechero uno de los mayores tesoros de esta tierra.

Pocas cosas hay tan desagradables como el rugir de un helicoptero cargado con la «cesta» o el olor a naturaleza muerta.

Hoy estoy triste porque tendrá que pasar mucho tiempo hasta que los ojos dejen de doler por culpa del humo y duelan de nuevo por contemplar demasiada belleza de golpe.