Seleccionar página

Las campañas electorales son esas cosas que muchos denominan costosísimas e inútiles, pero que tienen un gran valor, puesto que sirven, o al menos en teoría, para que los partidos políticos expliquen cuales son sus propuestas programáticas para los próximos cuatro años. Es el contrato que los partidos ofertan a la ciudadanía.

Esto es lo que dice la teoría, y sobre ella podríamos discutir y rellenar miles de post.

Para los militantes una campaña electoral es como para el apasionado del fútbol la fase final un mundial en la que su equipo se la juega.

Para algunos las campañas están protagonizadas por olores (el de la cola y cinta de pegar, el de los carteles recien llegados de imprenta, el de las lonas que se ponen en los escenarios…), de sonidos (el de los coches con megafonía en el pueblo, la radio de los viajes por Extremadura, el megáfono, los cánticos, el humor moralo…) y de sabores (las migas del padre de Iñaki, las cenas a deshoras al regresar de un pequeño pueblo de los Ibores o la sierra de Gata).

Son días en los que te montas en un coche sin saber muy bien a donde te toca ir ni en que día de la semana vives, pero son días que te permiten conocer la realidad más dura de nuestros pueblos, de conocer a muchos compañeros y ver como los pueblos están llenos de gente dispuesta a luchar por sus ideas, por sus pueblos y por su gente.

Para muchos de los militantes de juventudes esta campaña es muy especial, Leire Iglesias, nuestra Leire, la Leire que se ha formado en juventudes y que llegó a la presidencia del comité federal de JSE, es la apuesta del PSOE para ir de nº1 al congreso.

Fernández Vara suele comenzar sus mitines diciendo algo así como que «un partido es lo que queda cuando desaparecen los cargos». En Extremadura ya han desaparecido, y quizás sea por eso por lo que por fin han empezado a valorar lo que había debajo. En esta campaña ya no son los cargos los que salen a dar mitines por el pueblo, sino los militantes con alguna pequeña responsabilidad los que nos estamos pateando la provincia para pelear por cada voto. Largas jornadas en la sede preparando la intendencia con Jorge, Santi y compañía, km por la tarde para llegar a un pueblo a compartir atril con unos compañeros que te reciben con los brazos abiertos y regresar a Cáceres con el tiempo justo para coger los carteles e irte de pegada. No nos quejamos, somos unos privilegiados por poder hacer aquello en lo que creemos.

La política está desprestigiada, y se lo ha ganado a pulso colocando a mucha gente que debería haber servido y se dedicó a servirse. Lo tenemos en todos los partidos, también en el mío. A mi también me cabrea e indigna, pero cuando llega una campaña y vuelvo a recorrer los pueblos de Extremadura con los compañeros y compañeras, vuelvo a reconciliarme con esto de la política, a descubrir que sí sirve para cambiar las cosas y que la mayoría de la gente está en esto para cambiar las cosas, sea cual sea su modelo o su forma de entender la sociedad.