Eduardo Plaza

Lo que hace falta…

En noches como la de hoy, reflejo de los tiempos difíciles por los que atraviesa la izquierda de la vieja Europa, de nada sirve tirarse los trastos a la cabeza o sacar de paseo los sapos y culebras que uno pueda tener guardados dentro.

Hay muchas formas de decir las cosas y muchos lugares donde decirlas. En esto se diferencian los que vienen en una frustración personal constante, en un complejo de inferioridad enfermizo, de los que de verdad apuestan por cambiar las cosas que no funcionan.

Hacen falta cambios, pero el primero y más necesario es el de dejar de decir que hay que cambiar y empezar a poner en práctica esos cambios. La política de arreglar el mundo a golpe de tweet puede servir de desahogo para aquellos que no les quieren ni en su pueblo, pero ni sirve de análisis ni presenta soluciones.

Ponerse en modo radical o entrar en un concurso  «a ver quien es más de izquierdas» puede ser gratificante para aquellos que buscan la notoriedad cortoplacista, pero sigue sin aportar soluciones a los problemas, tan solo sirve para dar de cenar a sus egos. Les retrata.

O cambiamos o nos cambian:

La ciudadanía empieza a organizarse, movimientos como el 15M pueden tener sus aciertos y sus errores pero pone encima de la mesa una cuestión fundamental: el cabreo generalizado de la gente, que se traduce en algunas cuestiones concretas, algunas cargadas de razón y otras que son fruto del desconocimiento de las reglas de juego, algo que ha sido alimentado por los partidos políticos, demasiado preocupados por mantener un Statu Quo que les permitía vivir en una situación muy cómoda.

Los partidos tienen que salir a la calle, sí, pero también es momento de sentarse y ponerse a leer, a investigar, a profundizar en nuevas alternativas, en otras formas de hacer política, tanto en lo orgánico como en lo institucional.

Hace unas semanas se presentaba en Extremadura la Ley de Gobierno Abierto, este tipo de cosas, que no salen en los telediarios o en la prensa, son un comienzo que nos lleva por la buena senda. Vomitar frustración en twitter solo sirve para intoxicar el ambiente, pero no cambia nada.

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